miércoles, 12 de septiembre de 2012

Promesas cumplidas

Mis hebras han mutado y yo intentándole a las notas matutinas. Tampoco se cuanto tiempo tuvo que pasar, hasta que por fin tuvimos un programa hacia donde movernos (You Know I Love U babe). Lo que si sé, es que la idea inicial consistía en ir a cenar a Las Cholas pero finalmente resultó ser Las Cabritas. Esta vez, era demasiado el tiempo sin vernos y, aunque ensamblados, andábamos con lo puesto así, sin buscarnos para encontrarnos en cada salida. Continuando por el borde me colé en el bolsillo de la mayor y salí (es claro que acá, sola no puedo) y entonces acurrucada y semienvuelta en el papel de aquél Butter Toffie cobre café (no el de Lemon Pie, vale aclarar) entre chistes fáciles y trotes a destiempo, fui despertando ganando apetito. Todo sea por el aroma a provoleta y los colores de las dos bochas del helado y que quilombo elegir 2 entre los 4 para los gustos del postre, sobre todo cuando todavía, no desayuné. Y una vez más la monedita de 25 dando las vueltas junto a la otra de 10, y panza abajo la de 5, fija. El lugar esta vez contaba con la gente suficiente. Iluminado de a velitas y antorchas, nos ubicamos en la planta alta, coincidiendo de laderos con un par de chicos muy mirones para mi gusto. Y hay algo del toldo aparador que me levanta en estos lugares. No se qué. El asunto son las mesas: hay crayones en canastitas y mantel de papel para los chicos, pensé mientras escribía, haciéndole el jueguito del relieve a mi nombre. Ella frente a mi,  estaba abatida, piltrafa. Ella acá y su casa ahí, vaciada ya, de docenas de cajas de cartón, embaladas por éstos tipos, los profesionales de las mudanzas que te dejan el afecto concatenado siempre, a la silvertape. El error fue mío al recordarle lo del vaso de agua que él le había pedido, sediento, al finalizar la caminata de Palermo a su hogar, sin siquiera advertir ambos, que a veces, hay metas (en la vida) aparte de abrir una caja, aunque la caja, cubra los 6 estantes del cementerio de la biblioteca y re decore, en su hazaña,  la osamenta de la bandeja de plata, portafacturas vencidas. Y todavía no sé si lo de que abra los ojos fue una excusa a mi sadismo leve o qué, pero en cuanto desenvolvió la manteca, raspó el papel plateado y entonces sí: le pase la sal (pero no en la mano eh). Es la parte en que ella se balancea a los costados y zarandeando sus hombros posa la manito abierta sobre su corazón. No puedo creer que me esté pasando esto y encima te tengo que aguantar a vos, susurró. ¿Qué me miras así? ¡Cortala con las monerías! ¿Dónde está el mozo? Y así empezó. Con la catarata de recuerdos acerca de los lugares que con él habían ido y que ahora le daban frío, a partir de una ausencia tan desmedida como indiferenciada. Yo no sabía que hacer, imagináte; y es que ya le había contado mil veces la historia de mi nacimiento, y también todo acerca del súbito anhelo de un par de mocasines rojos y, como si fuera poco, también estaba al tanto de aquél cuento dedicado a mi persona y todavía no sé por qué, recordó la vez que me gane la simpatía de un fanático de Dyango, haciéndole creer que la de la foto con él, en la galería de Churba era yo. Algo así como cuando dijiste que la del cuerpo de los jeans digitalizados de la propaganda de Shakira era tu mejor amiga y abrazaste el sentido de tener a alguien a quien ofrecerle algo, una anécdota, o un jean, qué va. Lo que sí tengo que hacer cuanto antes es ponerme una agencia de solos y solas o tal vez ser psicóloga y dedicarme a las parejas le dije, acomodando el chaleco detrás de la silla renga. Y tuc tuc qué mal me sale el sonido, mientras voy y vuelvo ¿Y vos qué dibujas? Espirales sueltos nena, contesté, y alzando la vista solté el crayón, para hacerle espacio a una anciana que, toda vestida de rosa, arremetía con su andador luchando contra ese piso, símil peldaño, de éstos paradores modernos que luce el barrio donde siempre sonrío. Dedicado a mi abuela Rosa, pensé, por ser en mi, pura intención de recuerdo. Entonces corrí la mesa y voló el papel. La mujer amablemente engroso los cachetes matizando en el gesto una especie de agradecimiento y se sentó, desplomada, sobre una silla diferente al resto. Ayer busqué los lentes nuevos y me fui chocha de la vida, murmuró, mientras posaba los ojos en sus pies. La tipa soltó el zapato con el fin de mantener la charla previa a la enunciación del menú, mientras su mascota (o la de su hija) daba vueltas por debajo, entre todos, olvidada en libertad, fija correa a la pata de la mesa, miguita de pan caliente mediante. Vos sabes que yo, de chica, siempre en la playa me sentaba a la sombra de mi madre y claro, se me complicaba... - ¿Por? - Por las sombras de esas sillas de los balnearios; a liñitas, viste como es... Ella leía el diario o los seminarios o cualquier libro alternativo que, cualquiera fuere, sólo por estar en sus manos cobraba valor o al menos así era, para mí. Pero lo leía de verdad, quiero decir, no como yo que me leo solo los espectáculos. - ¿Y mientras tanto vos? - Me la pasaba disfrutando de mi resignación, o hacía en todo caso de mi resignación, lo mejor que podía. O lo mejor que tenía ganas. Éso. Entonces sentadita en la arena, me concentraba en aguantarme el culo caliente, un jueguito, viste? Mientras que con los talones, surcaba caminos imaginarios donde el recorrido era variado (y es que podía abrir y cerrar las dos piernas a la vez) - Me estás dando escozor - O también podía dejar una pierna dura hasta quedar tipo palito de la selva, rosa de un lado y blanco del otro, mientras que con la otra dibujaba, taloneando en zig zag subeibaja subeibaja. Lo mejor de todo eran las curvas cuando la arena ya estaba húmeda y entonces al fin, estirando las 2 piernas juntas, alzaba la vista y entonces todos ya estaban ahí. De todo el grupo, nosotras éramos las más chiquitas, hermanas de dos líderes opuestos pero igualmente respetados, nos tenían fichadas desde siempre y por algo éramos las únicas sin permiso para salir a la noche, a diferencia del resto de la barra.  Como si fuera hoy, recuerdo el día en que me levanté y, sacudiéndome la arena del traste, caminé hacia la orilla, pleno 1/2 día, haciéndole el aguante a la planta de mis pies. - Hola, soy Cas , le dije, asicomomesalió.  - Soy Amanda, pero creo que ya nos conocemos desde hace mucho, respondió. Y era cierto: Amanda no mentía. Años enteros habíamos pasado, escondidas tras las carpas, espiándonos siempre, o en los vestuarios los pies de la rodilla para abajo, a través de las puertas de madera o de los palotes que sostenían la cancha de voley, dividiendo al balneario en dos. 25 carpas de un lado y 25 del otro. ¡Hay equipo! gritaba Chirola (¿Chirola?) y las dos nos mirábamos a 50 metros de distancia. Y entre otras cosas yo quiero saber qué es la aqua marina. Mi segundo nombre, respondió. A mi me gustaba su hermano y el amigo, y también, claro, el amigo de su hermano. Entre los dos (y lógicamente sólo a modo amoroso) elegí al amigo y el resto lo ofrendí, como pude, con la promesa absurda de volverme la hormiga mas demoledora si alguien cualquiera viniese a molestarlo. Mi hermano en cambio, era la estrella entre sus dos hermanas mayores y, si bien siempre tuvo preferencia por la rubia, con los años, sólo con los años, le fue posible formar algo con la morocha, una vez teñida... claro. Como sea, Amanda y yo teníamos algo en común: tal vez esas notas que unifican a las distintas versiones que surcan el recorrido hecho sombra entre el castaño siempre oscuro y ese blondo único, más logrado. ¿Qué querés ser cuando seas grande? Yo quiero tener un Porsche dijo, canchera, cuando yo ni siquiera sabía lo que era eso. Y qué hacemos, cuando el valor de lo que tenemos ya lo tenemos, y es que un día alguien lo puso ahí, y, para retribuirle, el saldo que nos da, nunca alcanza para el acuerdo y ni siquiera, aunando antologías. Apenas en cambio, podía imaginarme siendo cualquier cosa: vendedora de choclos o latitas envueltas en telgopor. De carpera tanto no, pero sí ubicando los coches con el trapito o licuando frutas o teniendo un kiosco al lado de la esquina para observar los ramilletes de niños cuando salen cansados y dejan reposar sus mochilas, pesadas, de tanto deber disfrazado de educación. Eso sí: todos coincidíamos en que el pochoclero y su espectáculo, mas el stand up de su oratoria era lo que sería, irremplazable. Amanda a diferencia mía, estaba más enfocada y además, siempre fue muy obediente a los dictámenes de su madre Rosario y entonces para ella, ser secretaria bilingüe era lo más. Pero no cualquiera, ella sería la mejor y aún así, a veces creo que está muy lejos de creérsela.  Fruto de una familia numerosa y de muy buen pasar, Amanda (me lo confesó enseguida) le había echado el ojo a Caco: el vagabundo más lindo del Balneario Zeus ¿Quién es Zeus? Pregunté tímida y temerosa cuando a cambio ella se lleno de palabras... La mitología conmigo a los 12 no calzaba y ahora... ahora mis dioses tan sólo descansan de la sobremesa de ayer, sin siquiera discutir por el control, entre ellos, claro, para que aparezca después donde menos imaginas... Los sillones deberían dejar de ser planos, pienso a veces. Cuestión que muy a pesar de las diferencias entre sus familias, Amanda y Caco construyeron un amor de temporadas.  Empezaron pul que pul, bolo que bolo y después todos a Colo Colo. El seguro que todavía se acuerda de sus gustos. Ella decía traje de baño en lugar de malla cuando todavía envueltas en nuestros propios remerones, la bikini se dibujaba como una opción tan imposible como lejana, a nosotras. El mascaba palitos de rama seca. De andar chueco y petizo, tenía algo en la carita parecido a mi y creo que en ése punto nos diferenciábamos de ella. Ella decía algo así como que Gabrielito y yo, hacíamos ¨la pareja¨. Nunca le confesé que era cierto y es que sus ojos que nada tenían de gaviota, pocas veces se equivocaban. Con Gabrielito asienterotodojunto, armábamos las batallas de los nombres. Me llamaba cual trueno a los gritos apenas yo ponía un pie en el caminito hecho de a tablitas de madera. Siempre le gusto la peleíta y colorada, yo, me escondía donde podía y Amanda se burlaba de mi, mientras la hacía reír. Después estaba Deborah, hermana de Gabrielito, la chica de la energía mas linda del balneario: la que si te saluda -aunque se lo recuerden- si lo hace, lo hace de corazón. Más allá se ubicaban Javier y Dante. Con Javier compartíamos el pirulín rojo y verde y esa sensación de un gusto nuevo o plus de lo combinado que le decíamos. Dante era el nerd del grupo. Siempre en la suya comiendo alfajores y de todos, era el único que no se sacaba la remera ni por asomo. El cuerpo no lo favorecía pero con el tiempo le fue poniendo toda la onda. Otro pilar indispensable era Nano, aunque de él, el no lo creería jamás. La cosa era así: La pelota se iba fuera de la línea y Dante insistía. Corriendo tras ella le enchufaba un roce, un solo roce, apenas con el pulgar. Entonces Nano, adelantado siempre, cerrando el puño ofrecía su muñeca y con eso ya está: siempre aparecía algún hermano por el costado, devolviendo el pase a otro, y ahí estábamos todos: al otro lado de la red, yendo y viniendo con todo eso, y aparte, Amanda, yo, y nuestros aplausos y/o chiflidos, siempre eufóricos, en el medio. Un día en Dixit, la wat de moda, se comieron a besos con Caco. Casi que terminamos cogiendo me dijo Amanda, con apenas trece. Esas palabras como que me dejaron retumbando, adentro de una campana de bronce y es que a mi siempre las represiones me lucían tan pero tan bien... Era esperarlos con mi amigo y la diversidad de toda su sabiduría en un cuarto de helado a la salida del boliche y entonces ellos dos. Con el tiempo él agarró otros vicios y yo me perdí, pero claro que siempre venía el año siguiente y entonces a otra cosa. Lo que sufro todavía cada vez que no regresa en su resplandor y lo mejor de todo, van a ser las noches de fogón dijo German, con la rubia al lado. Ellos por un lado y nosotras por el otro, la verdad es que German tenía algo que siempre llamo mi atención, un algo no sequé pero lo cierto es que yo no me veía con el. Es muy grande y de ojos claros, pensaba. Aunque con suerte tal vez algún día tenga un hijo y me case con él y no sé, en qué clase, Rita Coronel dijo algo así como que en el segundo matrimonio las mujeres hacemos el verdadero pase al padre ¡Y qué largo el camino a casa, papá! Y yo que todavía repito las rabas del puestito del muelle. Puaj. Me enamoré. Y menos mal que tenemos el Jeep IKA rojo, en el que aprendí a manejar, escuchando atentamente el sonido del motor, como me decía papá. Por otra parte, andaban Daniel y Andrea, o los Capsic, como les decían. Dos hermanos que arribaban a la playa con la sombrillita y esas sillitas enanas plegables, envueltos en el aura de una madre fallecida y un padre que los crió a puro amor, de chiquitos, cuando ella tenía apenas 2. El bar Tiburón era lo mas (ahora es el bar Caribe). Y al otro costado está Duck. Heidi y Marcela eran las hijas de los dueños de los balnearios ¡y cómo olvidar a los guardianes de la costa! Caramelo era el Golden pionero, amante eterno de la negra pachorra. Bandido y Alaska eran los más cariñosos: nada más lindo que verlos ir, descansando sobre el tejado, mientras busco la sal esta vez, al borde de su plato. - Tenés sed? Pedimos otra? - Light por favor. Mientras tanto, a mi me gustaría algún día, estrenar el medio mundo. Tengo pendiente eso desde que a mi hermano lo mordió una corvina en lo que fue nuestra única noche de pesca y aún así, en lugar de ocuparse de su dedo, priorizó devolverla al mar, mientras curaba su herida, salivando.- A vos al menos te mordió Cachete Overman, me dijo, mientras el hámster alzaba sus brazos, haciéndole frente a mis dedos ganándole al índice y pensar que hoy a cambio, feliz se le anima a la zanahoria entre mis manos. A Amanda le gustaban los gatos y a mi los perros. Lo bueno era que ninguna de las dos era deportista por naturaleza y claro está que por casi nada, sacrificábamos la hora de la siesta. Con el primer otoño y por cuestiones interfamiliares Amanda y Caco dejaron de verse. Y es que Hurlingham para ese entonces quedaba muy lejos. El decía que yo tenía algo de su hermanita y para mis 15, fueron los primeros que contemplé, feliz, a la hora del vals. Mitad del año y la promesa de un próximo verano, mientras Javier hace Masters en Ingeniería, Nano es Dijei y Dante el inventor de la propaganda de Geniol, aunque creo que aún hoy lo negaría, a cambio de defender su meñique y no es poco, considerando las jugadas que propulsa en cada uno de los sponsors que bancan a las criaturas del nuevo Narciso Ibañez Menta ahí cuando Soldan permanece apenas, naturalizado. Por lo demás, nuestros hermanos siguieron con sus vidas y mas allá de los dramas y las alegrías de cada uno, persisten como pueden, divididos siempre entre la red y a veces con suerte brindamos, para los cumpleaños o nacimientos. Amanda vive en USA, se caso con el hijo de un gerente general de Coca Cola: un publicista Nº1. El pibe la reconquisto haciéndole un camino de regreso a él entre cortadas, subtes, calles y avenidas cuando ella había pirado, cambiándolo por Juan, un chico amoroso, repositor de supermercados. Del dueño del balneario, el Negro Ojeda, poco se sabe. Era evangelista igual que Pablito el surfer aunque actualmente sospecho que es ateo o cambio de religión. El tipo desde el balcón de su casilla (pintada a mano por él) se dedicaba a cuidar al mar y a su perro, junto a los aspirantes a guardavidas. Y eso sí:  para los carnavales no había ser que se salvase de uno de los baldazos que el negro arrojaba trepado a su tanque. Dichosa de verlo cada Febrero, le fascinaban las viejas con capelinas y en 8 segundos era capaz de transformar a su playa, entera, en una orilla. Bombuchas de agua ¡yqué miedo me daban! Baldes de todos los colores, formas, tamaños y entonces al fin,  la arena feliz. Pasados los 10 años de la concesión vendió su playa y volvió al barrio de su infancia en Martelli para después mudarse a Munro. Ahora es un padre orgulloso de su hija, estrella radial megapremiada, de sus nietos y de toda la familia que formo y a la que convoca, cada Domingo, para continuar la tradición de los asados generosos del quincho del Balneario Zeus. Hasta donde sé, Caco por su parte se recibió de arquitecto y vive en Barcelona. A veces aparecen fotos de él llevando y trayendo bandejas con cervezas europeas. Le creció la frente y sus ojitos parecieran haber perdido el brillo desde que no ama pero no: está en pausa. El es así. Ella con el tiempo tuvo 3 hijos. De los tres, la escuché soñar con Micaela, la menor, y por lo que veo, le siguen apasionando los jueguitos electrónicos, como esos de BJ, donde siempre me invitaba aún sabiendo que soy malísima a la hora de las esquinas en el pacman pero no así a la hora de cazar la fruta... Debe ser éso, sí: es que es arisca a las fotos de ella misma, alterna entre los hijos y las mascotas y mas allá de los gatos, siempre fue fanática de las focas blancas cuando yo... cuando yo todavía me debo la foto arriba del elefante del zoo de Luján. Tuve la idea de ir todos juntos una noche a acampar ahí ¿Te conté? Ellos me miraron y en seguida disintieron. Mientras tanto, uno le decía al otro que había descubierto como cambiarle el traje a Spiderman. Disimulemos, ordenó la mujer mayor de al lado, mientras el encargado del local le estacionaba el andador bajo sus brazos, cansados de tanto codo flotante. Pedimos la cuenta y se durmió. Esto de pagar en efvo. a veces se vuelve complicado, dije, comentando suavemente en voz alta, a modo de despabilarla. ¿Querés sujetarte de mi hombro o así podes? Pregunta estúpida la mía pero qué va ser... Ella cuando sea grande va a ser la mejor vidrierista y yo... Yo quiero ser vedette o albañil. Todo sea por esos juegos en el cemento, como con los copitos de arena en la orilla, te acordás? Los castillos nunca llegaban y que lindo sería poder firmar ahí, no? Entre todos mis compas escondidos un tanto y otro no, matizados cual canto rodado o piedra libre dentro del zapato, liberada al fin, del recuerdo.