Mis hebras han mutado y yo intentándole a las
notas matutinas. Tampoco se cuanto tiempo tuvo que pasar, hasta que por fin
tuvimos un programa hacia donde movernos (You
Know I Love U babe). Lo que si sé, es que la idea inicial consistía en
ir a cenar a Las Cholas pero finalmente resultó ser Las Cabritas. Esta vez, era
demasiado el tiempo sin vernos y, aunque ensamblados, andábamos con lo puesto
así, sin buscarnos para encontrarnos en cada salida. Continuando por el borde
me colé en el bolsillo de la mayor y salí (es claro que acá, sola no puedo) y
entonces acurrucada y semienvuelta en el papel de aquél Butter Toffie cobre
café (no el de Lemon Pie, vale aclarar) entre chistes fáciles y trotes a
destiempo, fui despertando ganando apetito. Todo sea por el aroma a provoleta y
los colores de las dos bochas del helado y que quilombo elegir 2 entre los 4
para los gustos del postre, sobre todo cuando todavía, no desayuné. Y una vez
más la monedita de 25 dando las vueltas junto a la otra de 10, y panza abajo la
de 5, fija. El lugar esta vez contaba con la gente suficiente. Iluminado de a velitas
y antorchas, nos ubicamos en la planta alta, coincidiendo de laderos con un par
de chicos muy mirones para mi gusto. Y hay algo del toldo aparador que me
levanta en estos lugares. No se qué. El asunto son las mesas: hay crayones en
canastitas y mantel de papel para los chicos, pensé mientras escribía,
haciéndole el jueguito del relieve a mi nombre. Ella frente a mi, estaba
abatida, piltrafa. Ella acá y su casa ahí, vaciada ya, de docenas de cajas de
cartón, embaladas por éstos tipos, los profesionales de las mudanzas que te
dejan el afecto concatenado siempre, a la silvertape. El error fue mío al
recordarle lo del vaso de agua que él le había pedido, sediento, al finalizar
la caminata de Palermo a su hogar, sin siquiera advertir ambos, que a veces,
hay metas (en la vida) aparte de abrir una caja, aunque la caja, cubra los 6
estantes del cementerio de la biblioteca y re decore, en su hazaña, la osamenta
de la bandeja de plata, portafacturas vencidas. Y todavía no sé si lo de que
abra los ojos fue una excusa a mi sadismo leve o qué, pero en cuanto
desenvolvió la manteca, raspó el papel plateado y entonces sí: le pase la sal
(pero no en la mano eh). Es la parte en que ella se balancea a los costados y zarandeando
sus hombros posa la manito abierta sobre su corazón. No puedo creer que me esté
pasando esto y encima te tengo que aguantar a vos, susurró. ¿Qué me miras así?
¡Cortala con las monerías! ¿Dónde está el mozo? Y así empezó. Con la catarata
de recuerdos acerca de los lugares que con él habían ido y que ahora le daban
frío, a partir de una ausencia tan desmedida como indiferenciada. Yo no sabía
que hacer, imagináte; y es que ya le había contado mil veces la historia de mi
nacimiento, y también todo acerca del súbito anhelo de un par de mocasines
rojos y, como si fuera poco, también estaba al tanto de aquél cuento dedicado a
mi persona y todavía no sé por qué, recordó la vez que me gane la simpatía de
un fanático de Dyango, haciéndole creer que la de la foto con él, en la galería
de Churba era yo. Algo así como cuando dijiste que la del cuerpo de los jeans
digitalizados de la propaganda de Shakira era tu mejor amiga y abrazaste el
sentido de tener a alguien a quien ofrecerle algo, una anécdota, o un jean, qué
va. Lo que sí tengo que hacer cuanto antes es ponerme una agencia de solos y
solas o tal vez ser psicóloga y dedicarme a las parejas le dije, acomodando el
chaleco detrás de la silla renga. Y tuc tuc qué
mal me sale el sonido, mientras voy y vuelvo ¿Y vos qué dibujas? Espirales
sueltos nena, contesté, y alzando la vista solté el crayón, para hacerle espacio
a una anciana que, toda vestida de rosa, arremetía con su andador luchando
contra ese piso, símil peldaño, de éstos paradores modernos que luce el barrio
donde siempre sonrío. Dedicado a mi abuela Rosa, pensé, por ser en mi, pura
intención de recuerdo. Entonces corrí la mesa y voló el papel. La mujer
amablemente engroso los cachetes matizando en el gesto una especie de
agradecimiento y se sentó, desplomada, sobre una silla diferente al resto. Ayer
busqué los lentes nuevos y me fui chocha de la vida, murmuró, mientras posaba
los ojos en sus pies. La tipa soltó el zapato con el fin de mantener la charla
previa a la enunciación del menú, mientras su mascota (o la de su hija) daba
vueltas por debajo, entre todos, olvidada en libertad, fija correa a la pata de
la mesa, miguita de pan caliente mediante. Vos sabes que yo, de chica, siempre
en la playa me sentaba a la sombra de mi madre y claro, se me complicaba... -
¿Por? - Por las sombras de esas sillas de los balnearios; a liñitas, viste como
es... Ella leía el diario o los seminarios o cualquier libro alternativo que,
cualquiera fuere, sólo por estar en sus manos cobraba valor o al menos así era,
para mí. Pero lo leía de verdad, quiero decir, no como yo que me leo solo los
espectáculos. - ¿Y mientras tanto vos? - Me la pasaba disfrutando de mi
resignación, o hacía en todo caso de mi resignación, lo mejor que podía. O lo
mejor que tenía ganas. Éso. Entonces sentadita en la arena, me concentraba en
aguantarme el culo caliente, un jueguito, viste? Mientras que con los talones,
surcaba caminos imaginarios donde el recorrido era variado (y es que podía
abrir y cerrar las dos piernas a la vez) - Me estás dando escozor - O también
podía dejar una pierna dura hasta quedar tipo palito de la selva, rosa de un
lado y blanco del otro, mientras que con la otra dibujaba, taloneando en zig
zag subeibaja subeibaja. Lo mejor de todo eran las curvas cuando la arena ya
estaba húmeda y entonces al fin, estirando las 2 piernas juntas, alzaba la
vista y entonces todos ya estaban ahí. De todo el grupo, nosotras éramos las más
chiquitas, hermanas de dos líderes opuestos pero igualmente respetados, nos tenían
fichadas desde siempre y por algo éramos las únicas sin permiso para salir a la
noche, a diferencia del resto de la barra. Como si fuera hoy, recuerdo el
día en que me levanté y, sacudiéndome la arena del traste, caminé hacia la
orilla, pleno 1/2 día, haciéndole el aguante a la planta de mis pies. - Hola,
soy Cas , le dije, asicomomesalió. - Soy Amanda, pero creo que ya nos
conocemos desde hace mucho, respondió. Y era cierto: Amanda no mentía. Años
enteros habíamos pasado, escondidas tras las carpas, espiándonos siempre, o en
los vestuarios los pies de la rodilla para abajo, a través de las puertas de
madera o de los palotes que sostenían la cancha de voley, dividiendo al
balneario en dos. 25 carpas de un lado y 25 del otro. ¡Hay equipo! gritaba Chirola
(¿Chirola?) y las dos nos mirábamos a 50 metros de distancia. Y entre otras cosas yo
quiero saber qué es la aqua marina. Mi segundo nombre, respondió. A mi me
gustaba su hermano y el amigo, y también, claro, el amigo de su hermano. Entre
los dos (y lógicamente sólo a modo amoroso) elegí al amigo y el resto lo
ofrendí, como pude, con la promesa absurda de volverme la hormiga mas
demoledora si alguien cualquiera viniese a molestarlo. Mi hermano en cambio,
era la estrella entre sus dos hermanas mayores y, si bien siempre tuvo
preferencia por la rubia, con los años, sólo con los años, le fue posible
formar algo con la morocha, una vez teñida... claro. Como sea, Amanda y yo
teníamos algo en común: tal vez esas notas que unifican a las distintas
versiones que surcan el recorrido hecho sombra entre el castaño siempre oscuro
y ese blondo único, más logrado. ¿Qué querés ser cuando seas grande? Yo quiero
tener un Porsche dijo, canchera, cuando yo ni siquiera sabía lo que era eso. Y
qué hacemos, cuando el valor de lo que tenemos ya lo tenemos, y es que un día
alguien lo puso ahí, y, para retribuirle, el saldo que nos da, nunca alcanza
para el acuerdo y ni siquiera, aunando antologías. Apenas en cambio, podía
imaginarme siendo cualquier cosa: vendedora de choclos o latitas envueltas en
telgopor. De carpera tanto no, pero sí ubicando los coches con el trapito o
licuando frutas o teniendo un kiosco al lado de la esquina para observar los
ramilletes de niños cuando salen cansados y dejan reposar sus mochilas,
pesadas, de tanto deber disfrazado de educación. Eso sí: todos coincidíamos en
que el pochoclero y su espectáculo, mas el stand up de su oratoria era lo que
sería, irremplazable. Amanda a diferencia mía, estaba más enfocada y además,
siempre fue muy obediente a los dictámenes de su madre Rosario y entonces para
ella, ser secretaria bilingüe era lo más. Pero no cualquiera, ella sería la
mejor y aún así, a veces creo que está muy lejos de creérsela. Fruto de
una familia numerosa y de muy buen pasar, Amanda (me lo confesó enseguida) le había
echado el ojo a Caco: el vagabundo más lindo del Balneario Zeus ¿Quién es Zeus?
Pregunté tímida y temerosa cuando a cambio ella se lleno de palabras... La
mitología conmigo a los 12 no calzaba y ahora... ahora mis dioses tan sólo
descansan de la sobremesa de ayer, sin siquiera discutir por el control, entre
ellos, claro, para que aparezca después donde menos imaginas... Los sillones
deberían dejar de ser planos, pienso a veces. Cuestión que muy a pesar de las diferencias
entre sus familias, Amanda y Caco construyeron un amor de temporadas.
Empezaron pul que pul, bolo que bolo y después todos a Colo Colo. El seguro que
todavía se acuerda de sus gustos. Ella decía traje de baño en lugar de malla
cuando todavía envueltas en nuestros propios remerones, la bikini se dibujaba
como una opción tan imposible como lejana, a nosotras. El mascaba palitos de
rama seca. De andar chueco y petizo, tenía algo en la carita parecido a mi y
creo que en ése punto nos diferenciábamos de ella. Ella decía algo así como que
Gabrielito y yo, hacíamos ¨la pareja¨. Nunca le confesé que era cierto y es que
sus ojos que nada tenían de gaviota, pocas veces se equivocaban. Con Gabrielito
asienterotodojunto, armábamos las batallas de los nombres. Me llamaba cual
trueno a los gritos apenas yo ponía un pie en el caminito hecho de a tablitas
de madera. Siempre le gusto la peleíta y colorada, yo, me escondía donde podía
y Amanda se burlaba de mi, mientras la hacía reír. Después estaba Deborah,
hermana de Gabrielito, la chica de la energía mas linda del balneario: la que
si te saluda -aunque se lo recuerden- si lo hace, lo hace de corazón. Más allá
se ubicaban Javier y Dante. Con Javier compartíamos el pirulín rojo y verde y
esa sensación de un gusto nuevo o plus de lo combinado que le decíamos. Dante
era el nerd del grupo. Siempre en la suya comiendo alfajores y de todos, era el
único que no se sacaba la remera ni por asomo. El cuerpo no lo favorecía pero
con el tiempo le fue poniendo toda la onda. Otro pilar indispensable era Nano,
aunque de él, el no lo creería jamás. La cosa era así: La pelota se iba fuera
de la línea y Dante insistía. Corriendo tras ella le enchufaba un roce, un solo
roce, apenas con el pulgar. Entonces Nano, adelantado siempre, cerrando el puño
ofrecía su muñeca y con eso ya está: siempre aparecía algún hermano por el
costado, devolviendo el pase a otro, y ahí estábamos todos: al otro lado de la
red, yendo y viniendo con todo eso, y aparte, Amanda, yo, y nuestros aplausos
y/o chiflidos, siempre eufóricos, en el medio. Un día en Dixit, la wat de moda,
se comieron a besos con Caco. Casi que terminamos cogiendo me dijo Amanda, con
apenas trece. Esas palabras como que me dejaron retumbando, adentro de una
campana de bronce y es que a mi siempre las represiones me lucían tan pero tan
bien... Era esperarlos con mi amigo y la diversidad de toda su sabiduría en un
cuarto de helado a la salida del boliche y entonces ellos dos. Con el tiempo él
agarró otros vicios y yo me perdí, pero claro que siempre venía el año siguiente
y entonces a otra cosa. Lo que sufro todavía cada vez que no regresa en su
resplandor y lo mejor de todo, van a ser las noches de fogón dijo German, con
la rubia al lado. Ellos por un lado y nosotras por el otro, la verdad es que
German tenía algo que siempre llamo mi atención, un algo no sequé pero lo
cierto es que yo no me veía con el. Es muy grande y de ojos claros, pensaba.
Aunque con suerte tal vez algún día tenga un hijo y me case con él y no sé, en
qué clase, Rita Coronel dijo algo así como que en el segundo matrimonio las
mujeres hacemos el verdadero pase al padre ¡Y qué largo el camino a casa, papá!
Y yo que todavía repito las rabas del puestito del muelle. Puaj. Me enamoré. Y
menos mal que tenemos el Jeep IKA rojo, en el que aprendí a manejar, escuchando
atentamente el sonido del motor, como me decía papá. Por otra parte, andaban
Daniel y Andrea, o los Capsic, como les decían. Dos hermanos que arribaban a la
playa con la sombrillita y esas sillitas enanas plegables, envueltos en el aura
de una madre fallecida y un padre que los crió a puro amor, de chiquitos,
cuando ella tenía apenas 2. El bar Tiburón era lo mas (ahora es el bar Caribe).
Y al otro costado está Duck. Heidi y Marcela eran las hijas de los dueños de
los balnearios ¡y cómo olvidar a los guardianes de la costa! Caramelo era el
Golden pionero, amante eterno de la negra pachorra. Bandido y Alaska eran los
más cariñosos: nada más lindo que verlos ir, descansando sobre el tejado,
mientras busco la sal esta vez, al borde de su plato. - Tenés sed? Pedimos
otra? - Light por favor. Mientras tanto, a mi me gustaría algún día, estrenar
el medio mundo. Tengo pendiente eso desde que a mi hermano lo mordió una
corvina en lo que fue nuestra única noche de pesca y aún así, en lugar de
ocuparse de su dedo, priorizó devolverla al mar, mientras curaba su herida,
salivando.- A vos al menos te mordió Cachete Overman, me dijo, mientras el
hámster alzaba sus brazos, haciéndole frente a mis dedos ganándole al índice y
pensar que hoy a cambio, feliz se le anima a la zanahoria entre mis manos. A
Amanda le gustaban los gatos y a mi los perros. Lo bueno era que ninguna de las
dos era deportista por naturaleza y claro está que por casi nada, sacrificábamos
la hora de la siesta. Con el primer otoño y por cuestiones interfamiliares
Amanda y Caco dejaron de verse. Y es que Hurlingham para ese entonces quedaba
muy lejos. El decía que yo tenía algo de su hermanita y para mis 15, fueron los
primeros que contemplé, feliz, a la hora del vals. Mitad del año y la promesa
de un próximo verano, mientras Javier hace Masters en Ingeniería, Nano es Dijei
y Dante el inventor de la propaganda de Geniol, aunque creo que aún hoy lo
negaría, a cambio de defender su meñique y no es poco, considerando las jugadas
que propulsa en cada uno de los sponsors que bancan a las criaturas del nuevo
Narciso Ibañez Menta ahí cuando Soldan permanece apenas, naturalizado. Por lo
demás, nuestros hermanos siguieron con sus vidas y mas allá de los dramas y las
alegrías de cada uno, persisten como pueden, divididos siempre entre la red y a
veces con suerte brindamos, para los cumpleaños o nacimientos. Amanda vive en
USA, se caso con el hijo de un gerente general de Coca Cola: un publicista Nº1.
El pibe la reconquisto haciéndole un camino de regreso a él entre cortadas,
subtes, calles y avenidas cuando ella había pirado, cambiándolo por Juan, un
chico amoroso, repositor de supermercados. Del dueño del balneario, el Negro
Ojeda, poco se sabe. Era evangelista igual que Pablito el surfer aunque
actualmente sospecho que es ateo o cambio de religión. El tipo desde el balcón
de su casilla (pintada a mano por él) se dedicaba a cuidar al mar y a su perro,
junto a los aspirantes a guardavidas. Y eso sí: para los carnavales no
había ser que se salvase de uno de los baldazos que el negro arrojaba trepado a
su tanque. Dichosa de verlo cada Febrero, le fascinaban las viejas con
capelinas y en 8 segundos era capaz de transformar a su playa, entera, en una
orilla. Bombuchas de agua ¡yqué miedo me daban! Baldes de todos los colores,
formas, tamaños y entonces al fin, la arena feliz. Pasados los 10 años de
la concesión vendió su playa y volvió al barrio de su infancia en Martelli para
después mudarse a Munro. Ahora es un padre orgulloso de su hija, estrella
radial megapremiada, de sus nietos y de toda la familia que formo y a la que
convoca, cada Domingo, para continuar la tradición de los asados generosos del
quincho del Balneario Zeus. Hasta donde sé, Caco por su parte se recibió de
arquitecto y vive en Barcelona. A veces aparecen fotos de él llevando y
trayendo bandejas con cervezas europeas. Le creció la frente y sus ojitos
parecieran haber perdido el brillo desde que no ama pero no: está en pausa. El
es así. Ella con el tiempo tuvo 3 hijos. De los tres, la escuché soñar con
Micaela, la menor, y por lo que veo, le siguen apasionando los jueguitos
electrónicos, como esos de BJ, donde siempre me invitaba aún sabiendo que soy
malísima a la hora de las esquinas en el pacman pero no así a la hora de cazar
la fruta... Debe ser éso, sí: es que es arisca a las fotos de ella misma,
alterna entre los hijos y las mascotas y mas allá de los gatos, siempre fue
fanática de las focas blancas cuando yo... cuando yo todavía me debo la foto
arriba del elefante del zoo de Luján. Tuve la idea de ir todos juntos una noche
a acampar ahí ¿Te conté? Ellos me miraron y en seguida disintieron. Mientras
tanto, uno le decía al otro que había descubierto como cambiarle el traje a
Spiderman. Disimulemos, ordenó la mujer mayor de al lado, mientras el encargado
del local le estacionaba el andador bajo sus brazos, cansados de tanto codo
flotante. Pedimos la cuenta y se durmió. Esto de pagar en efvo. a veces se
vuelve complicado, dije, comentando suavemente en voz alta, a modo de
despabilarla. ¿Querés sujetarte de mi hombro o así podes? Pregunta estúpida la
mía pero qué va ser... Ella cuando sea grande va a ser la mejor vidrierista y
yo... Yo quiero ser vedette o albañil. Todo sea por esos juegos en el cemento,
como con los copitos de arena en la orilla, te acordás? Los castillos nunca llegaban
y que lindo sería poder firmar ahí, no? Entre todos mis compas escondidos un
tanto y otro no, matizados cual canto rodado o piedra libre dentro del zapato,
liberada al fin, del recuerdo.
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